miércoles, 13 de abril de 2011

Un sólo equipo, pero... muchas culturas, muchos idiomas

Si hablamos de ambientes en los que confluyen diversas culturas e idiomas, debemos hablar de los equipos de fútbol. Sobre todo en Europa, los equipos del llamado deporte rey poseen en sus planteles gran número de jugadores extranjeros con idiomas y culturas diferentes al país en el que practican su profesión.

Thomas Ujfalusi, del Atlético de Madrid,
habla cuatro idiomas.
Es común que los futbolistas, a lo largo de sus carreras, jueguen en muchos equipos de varios países diferentes, y por tanto, lleguen a dominar varios idiomas a parte del suyo. Si observamos a los tres equipos más populares de la Liga Española, podemos observar que un buen número de sus jugadores no son españoles. En el Real Madrid, 14 de sus 28 futbolistas son extranjeros y pertenecen a siete nacionalidades diferentes (Argentina, Brasil, Portugal, Alemania, Francia, Polonia y Togo), que representan cuatro idiomas, a parte del español. En el F.C. Barcelona, los extranjeros suponen algo menos de la mitad (10 extranjeros de un total de 24 jugadores) y pertenecen a seis países diferentes, siendo tres los idiomas que se hablan, a parte del español y el catalán (portugués, francés y neerlandés). En el Atlético de Madrid, prácticamente la mitad de sus futbolistas nacieron en un país diferente a España (Brasil, Portugal, Colombia, Argentina, Uruguay y República Checa) y la variedad de idiomas se reduce a dos (portugués y checo) a parte del español.

El caso de Italia es más acentuado en cuanto a variedad de idiomas y de culturas. 19 de los 26 futbolistas en el plantel del Inter de Milán son extranjeros de 13 nacionalidades diferentes, que se reflejan en una amplia variedad de idiomas (nueve) además del italiano. En el A.C. Milan, ocurre algo similar, ya que hay jugadores de 11 nacionalidades diferentes, y que suponen ocho idiomas.

El madridista Lass Diarrá, habla dos idiomas
además del francés, su lengua materna.
Y  en la Liga Inglesa, la situación es aún más pronunciada. En el Manchester United, 22 de sus 32 futbolistas son extranjeros que pertenecen a 15 países diferentes, representando ocho idiomas a parte del inglés. Hay que matizar que varios de estos extranjeros son de países de habla inglesa, ya que hay 3 jugadores irlandeses, un galés, un escocés y un canadiense, para los que seguramente el choque cultural no ha sido un verdadero problema. Pero en el Chelsea y en el Arsenal, la cuestión llega al extremo. En ambos equipos londinenses, el número de extranjeros es abrumador en comparación con el de futbolistas ingleses. En el Chelsea, 20 de los 26 jugadores son extranjeros (de 14 nacionalidades diferentes), y en el Arsenal, sólo cuatro de sus 27 futbolistas son ingleses (los extranjeros son también de 14 nacionalidades diferentes).

Robben ha vivido en tres
países a parte de su Holanda natal.
Muchos futbolistas ya hablan varios idiomas y no supone mayor problema comunicarse en un idioma extranjero o aprender uno nuevo. Por ejemplo, el checo del Atlético de Madrid, Thomas Ujfalusi vivió cuatro años en Alemania, mientras fue jugador del Hamburgo, y otros cuatro en Italia (jugó en la Fiorentina) antes de llegar a España, donde ya ha vivido tres años. El francés Lassana Diarra, antes de llegar al Real Madrid (donde está cumpliendo su tercera temporada), jugó en diferentes equipos ingleses durante cuatro años. Y, como último ejemplo, el holandés Arjen Robben, ya ha pasado por equipos de tres países diferentes (España, Inglaterra y Alemania).

A parte de la cuestión del idioma, el choque cultural que los futbolistas experimentan puede ser motivo de bajo rendimiento por la frustración que puede provocar la incapacidad para adaptarse a un nuevo estilo de vida. Por supuesto, para cualquiera de ellos, llegar a un país donde se habla su lengua materna supone una ventaja, ya que es una barrera que no necesitan superar. Quizá puedan encontrar cierta dificultad a la hora de adaptarse a la cultura, pero no es tan problemático como para aquellos quienes además de aprender el idioma, necesitan adaptarse a un estilo de vida muy diferente. No es un gran obstáculo para un argentino o un uruguayo adaptarse al modo de vida de España, o para un holandés al de Alemania, pero sin duda, un japonés tardaría en desenvolverse como pez en el agua en países como Francia o Portugal.
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